Siempre es complicado
comunicar el divorcio a los niños, por eso queremos compartir con todos los
seguidores de IrisMediación, un cuento con el que una de las parejas que han
pasado por nuestro centro comunicaron a su hija de 5 años la decisión de
divorciarse.
Un proceso de divorcio
generalmente supone una inestabilidad emocional, tanto para los adultos como
para los niños, y a veces los padres tienen dudas en la mejor forma de
explicarles a sus hijos una decisión de adultos. Esta pareja decidió elaborar
un cuento adaptado a la realidad de la pequeña, para que ella pudiera entender
esta nueva situación.
Tanto los nombres de los
padres, como la localidad han sido modificados para preservar la identidad de
la pareja, aunque por decisión de ellos mantenemos el nombre de la niña, ya que
como nos dice su madre su nombre significa PAZ.
Esta pareja ha optado por la
Mediación, para gestionar su divorcio de forma dialogada, contando con la ayuda
de las profesionales de nuestro Centro. Ellos han sido los protagonistas de su
acuerdo, sin que nadie tenga que decidir por ellos, velando en todo momento por
conseguir acuerdos que beneficien a los dos partes y que sean los más
beneficiosos para IRENE.
Desde IrisMediación queremos
agradecerles su generosidad al compartir este cuento con nosotras, para que
puedan beneficiarse otros padres que estén en una situación de separación y/o
divorcio. Recordar también que se pueden utilizar diferentes formas de
transmitir una decisión de este tipo a los niños, pero lo importante, es que
los padres lo adapten a la edad de los pequeños, y que hablen con ellos, no
pensemos que porque son pequeños no se van a enterar y es mejor no decirles
nada. El desconocimiento genera sentimientos de inseguridad, de falta de
confianza, de culpabilidad y frustración y eso como padres debemos evitarlo en
todo momento.
“EN
UN DIVORICIO DEJAMOS DE SER PAREJA,
PERO
NUNCA NUNCA DEJAMOS DE SER PADRES”
Vivía en el Reino de “MÉRIDA”, en un lugar
donde se hacen unos churros riquísimos, el mejor lugar del mundo.
Sus papás, El REY PABLO y LA REINA MARINA, vivían en un lindo Castillo de color amarillo y marrón que tenía dos plantas y muchas habitaciones.
LA PRINCESA QUE TENÍA DOS CASTILLOS
Érase una vez una PRINCESA llamada IRENE.
A Irene le encantaban los
churros….UUUMMMMMHHH!!!! Era una de las cosas que más le gustaba: Comer churros con Cola Cao y con Nesquik también.
Sus papás, El REY PABLO y LA REINA MARINA, vivían en un lindo Castillo de color amarillo y marrón que tenía dos plantas y muchas habitaciones.
En la entrada al Castillo había muchas
macetas y un limonero que siempre tenía muuuuchooossss limones, unas veces
verdes y otras veces amarillos.
El Rey papá usaba los limones para echarles
el zumo a los pescados que cocinaba y la Reina mamá los usaba para hacer
tartas. La princesa Irene se encargaba a veces de echarles agua a
las macetas y al limonero con una regadera.
En el Reino de Mérida, Irene tenía otras muchas cosas
muy chulas: un parque, un campo de futbol, el campo de los abuelos, el campo de
la tía Toñi, la piscina del pueblo en verano y el mejor colegio con la mejor
Seño del mundo, la Seño Ana. La Princesa Irene era muy lista y trabajadora,
su papá y su mamá estaban muy contentos con ella por las buenas notas que
sacaba.
También la querían mucho por lo bien que iba a comiendo en el comedor y en su
casa según se iba haciendo mayor. Y es que la Princesa Irene ya tenía 5 años!!!!
Además, Irene tenía muchas amigas y
amigos en el cole y fuera del cole también, como las vecinas Irene, María,
Víctor, Alicia…..y otras amigas como la prima Sara, Marina, la prima Carmen… Irene
era muy feliz.
Pero estaba pasando algo que Irene
desconocía…..cada vez hacía menos cosas con su papá y con su mamá. Al parecer
sus papás a ella la querían mucho y ellos también se querían, pero no lo
suficiente como para seguir siendo novios. Y es que Irene no sabía que, a veces las
personas mayores se separan para vivir en casas diferentes, aunque a veces se
junten para hacer algunas cosas.
Irene
estaba preocupada, ella quería hacer muchas cosas con su papá y con su mamá,
pero ahora ¿qué pasaría si ella quería ir al campo con los dos, a la feria con
los dos, a la plaza con los dos…?? empezó a sentirse triste pensando en estas
cosas.
El Rey Pablo
y la Reina Marina empezaron a pensar en una
solución, ellos no querían ver a Irene triste, la tristeza no la dejaría
aprender, colorear, jugar…y ellos no podían permitir que la tristeza invadiera
el corazón de la Princesa Irene.
Entonces se les ocurrió una idea, construir
DOS CASTILLOS. El Castillo del Rey Pablo y el Castillo de la Reina Marina.
Unos días Irene vivía en el Castillo del Rey Pablo, amarillo, con su
habitación lila-violeta llena de juguetes, cuentos, un espejo para mirarse
cuando bailaba, en la calle jugaba con las vecinas Irene, María y su hermano
Victor, la vecina Alicia a veces venía a ese castillo, regaba las macetas, veía
películas en el salón en la TV grande del Rey Pablo, comía figuritas de pescao
que solo su papá sabía hacer tan ricas, iba a pescar con el Rey.
A veces Irene, iba a Madrid con el Rey Pablo para ver a los abuelos y los tíos de
Madrid que la querían mucho… muchísimo, al Campo de la tía Tere y Rafa iba con
el Rey, a la piscina, al campo de fútbol y un sinfín de cosas más que le
gustaban a Irene.
Pero la princesa Irene otros días vivía en Castillo de la Reina Marina, que era muy altooooo,
había que subir unas escaleras mágicas y
tenía balcones donde asomarse y ver la calle. Desde uno de los balcones podía
ver su Colegio y si gritaba mucho podía llamar desde el balcón a su prima Sara.
La
prima Sara vivía muy cerquita, en otro castillo y merendaban juntas muchas tardes
y jugaban juntas con la Tablet y a las muñecas. La Reina Marina llevaba a Irene al
parque, a la biblioteca, veían la TV juntas, tenían una peluquería en el
Castillo, cantaban y hacían bailes juntas. Otras veces con la Reina Marina iba a pasar el día al campo del
abuelo Juan y la abuela Manuela.
Irene tenía unos abuelos en
Mérida y otros en Madrid, que la quería muuuuchooo.
Los dos Castillos tenían algo en común: que
a Irene le encantaban. Había mucho amor en ellos, se divertía muchísimo, jugaba
a diario, aprendía, unas veces en uno y otras vecen en otro y se sentía una niña
MUY AFORTUNADA por tener dos casas.
A veces había fiestas en el Castillo de
Mamá y otras en el Castillo de Papá y eran igual de divertidas!!!
Nada había
cambiado, Irene
podía seguir haciendo mil cosas con Papá y con Mamá y ellos cada vez estaban
más felices y todos los días comía perdices…aaaayyy nooo!!!! Comían muchos
churros con Colacao o Nesquik!!!
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