miércoles, 4 de diciembre de 2013

CONFLICTO... ¿NEGATIVO O POSITIVO?


Tradicionalmente nuestra cultura ha tenido y tiene una inequívoca relación negativa con el conflicto. En las culturas occidentales predomina esta concepción negativa del conflicto en diversas acepciones: como sinónimo de desgracia, de mala suerte; como algo patológico o aberrante; como disfunción; como violencia en general y guerra en particular; como situación anímica desgraciada para las personas que están en conflicto; etc. Acepciones que llevan a considerar el conflicto en la cultura popular, casi únicamente en términos negativos. Igualmente conflicto y conflictivo aparece asociado con determinadas situaciones sociales desfavorecidas: paro, hambre, racismo, marginación, etc.

Modificar estas percepciones es un reto prioritario para poder asumir el conflicto como lo que es, un proceso natural, necesario y potencialmente positivo para las personas y grupos sociales. El conflicto forma parte de la vida y afecta a todos los ámbitos de nuestra existencia. Por ello no podemos pretender que nuestra vida transcurra sin conflictos, ni tampoco pensar que los mismos van a ser necesariamente negativos. Lo que determina que un conflicto sea constructivo o destructivo son los  procedimientos utilizados para manejarlo.

Asumidas las premisas de que el conflicto es inevitable y consustancial a la existencia humana y que, por tanto, la clave no está en su eliminación sino en su regulación y resolución de forma justa y no violenta, se aboga por una perspectiva positiva del conflicto: el conflicto como un reto, como una oportunidad para crecer y para el cambio. (Pérez Serrano y Pérez Guzmán, 2011).

Algunos problemas ya estructurales como el desempleo, la pobreza y la violencia junto a la desigualdad creciente han derivado en escenarios de fragmentación y desestructuración social urbana y la consecuente  erosión de los lazos sociales. Algunos de los tópicos de las condiciones socioculturales contemporáneas pueden formularse, siguiendo a Martín Hopenhayn,  como:

• un descentramiento político-cultural, donde las prácticas ciudadanas no fluyen  hacia un eje de lucha focal (el Estado, el sistema político o la Nación como su expresión territorial), sino que se diseminan en una pluralidad de campos de acción, de espacios de negociación de conflictos, territorios e interlocutores -y muchos de estos campos tienden cada vez más a considerarse conflictos culturales o "identitarios".

• el "boom" de la diferencia y la promoción de la diversidad, lo que implica que muchos campos de autoafirmación cultural o de identidad que antes eran de competencia exclusiva de negociaciones privadas hoy pasan a ser competencia de la sociedad civil, del devenir-político y el devenir-público de reivindicaciones asociadas

• el paso de lógicas de representación a lógicas de redes, donde las demandas dependen menos del sistema político que las procesa y más de los actos comunicativos que logran fluir por las redes múltiples de información; entre otros.

Este complejo marco de transformaciones de la dinámica social constituye un campo suficientemente fértil como para que pueda emerger una multiplicidad de conflictos de orden social y/o comunitario de distinta índole,  múltiples formas y de distinta intensidad. Asimismo las condiciones de exclusión social presentes en  las sociedades actuales son generadoras o productoras de escenarios de confrontación.

Es necesario entonces encontrar nuevas respuestas que requieren de decisiones políticas, económicas y sociales junto con instancias de articulación y de recomposición de los distintos actores sociales. 

Como afirma el magistrado Pascual Ortuño, el hecho de que tradicionalmente se haya considerado la vía jurisdiccional como la única posible para dar respuesta a las disputas, responde a modelos autoritarios de Estado, que actualmente están dando paso a otros más democráticos. Estos apuestan por una mayor participación en la toma de decisiones de las personas directamente afectadas por la controversia.

En los últimos años se han desarrollado en distintos países estos Métodos de Resolución Pacífica de Conflictos, como  una vía de solución extrajudicial de conflictos, que suponen sistemas alternativos al proceso judicial para resolver conflictos entre los sujetos.

En cualquier caso, hay que tener presente que los sistemas no confrontativos, denominados ADR, no tienen, ni han de tener como finalidad, reemplazar al sistema judicial, que necesariamente ha de existir, sino que, al configurarse como alternativos o complementarios de aquél, pretenden ampliar el abanico de opciones para que los ciudadanos puedan resolver los conflictos según su naturaleza y características.

La Mediación, en el marco de estos métodos,  se presenta así como un instrumento significativamente útil en la aspiración de construir una democracia más completa en el marco del pluralismo.

Entendiendo el ejercicio de la ciudadanía como el resultado de complejos procesos en los que estarán necesariamente presentes el conflicto y la confrontación, es preciso propiciar el diálogo social. Este diálogo seguramente tendrá momentos de consenso y de conflicto, aceptando que el consenso no supone la unanimidad sino “un proceso de compromisos y convergencias en continuo cambio entre convicciones divergentes”. (Sartori, G., 2001). En tanto la Mediación se propone facilitar este diálogo, podemos considerar que es un instrumento inestimable en este propósito.
 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Ø  Pérez Serrano, G. y Pérez de Guzman, Mª.V.: “Aprender a Convivir. El conflicto como oportunidad de crecimiento”. Madrid. Narcea. 2011

Ø  Hopenhayn, Martín. "El reto de las identidades y la multiculturalidad" http://www.comminit.com/la/lacth/sld-3016.html  La Iniciativa de Comunicación desde 26/01/2002

Ø  Sartori, Giovanni. “La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros. Madrid”., Taurus, 2001.

Ø  Ortuño Muñoz, P., “Art. 41”, en Egea Fernández, J. –  Ferrer I Riba, J. (Directors), Comentaris al Codi de Familia, a la llei d’unions estables de parella i a la llei de sittuacions convivencials d’ajuda mútua, Tecnos, Madrid, 2000.

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